

Recientemente, la prestigiosa revista Nature ha publicado una investigación interesante e ingeniosa realizada utilizando un modelo animal (los sujetos eran ratas) que pone de relieve los efectos de la estimulación bilateral sensorial sobre el fenómeno del “miedo aprendido” (fenómeno que parece estar en la base de muchos trastornos como la ansiedad, la evitación, las fobias, el trastorno de estrés postraumático, etc.), poniendo en evidencia los circuitos neuronales subyacentes. La estimulación bilateral es la base del EMDR, que ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de muchas condiciones clínicas, en particular aquellas relacionadas con eventos traumáticos de varios tipos. Lo más interesante, sin dejar de lado la cautela con la que siempre deben interpretarse y acogerse los resultados, es que una revista como Nature, considerada la cúspide del dogmatismo biológico, dé espacio a una investigación sobre los efectos neurobiológicos de una técnica psicoterapéutica. Es la señal de que la forma de pensar las neurociencias, y la biología en general, realmente ha cambiado desde que Crick (uno de los dos descubridores de la doble hélice del ADN por lo que obtuvo el premio Nobel) propugnaba lo que hasta hace pocos años se consideraba el dogma central de la biología molecular (precisamente en la revista Nature, 1970), con el cual prácticamente se excluía cualquier influencia de la epigenética en la cadena ADN-ARN-Proteína. El famoso neurocientífico J. Le Doux y su colega J. Kim han escrito un buen comentario al artículo en cuestión, que por un lado anima la investigación sobre aspectos relevantes para la clínica y para la comprensión del funcionamiento cerebral, y por otro subraya el riesgo de antropomorfizar fenómenos que pueden tener un significado muy diferente en el mundo animal respecto al humano. El uso de modelos animales para la investigación sobre los circuitos cerebrales responsables de la elaboración de estímulos amenazantes (los llamados circuitos del miedo) puede contribuir al desarrollo de tratamientos más eficaces y no invasivos (por ejemplo, técnicas psicoterapéuticas) con el fin de tratar varias formas psicopatológicas, como las fobias, el trastorno de estrés postraumático y otros trastornos relacionados, precisamente, con el miedo. En un artículo reciente aparecido en Nature (febrero de 2019), titulado “Neural circuits underlying a psychotherapeutic regimen for fear disorders”, aplicando a unas ratas la estimulación sensorial bilateral alterna (que está en la base del enfoque EMDR), un grupo de investigadores fue capaz de neutralizar (es decir, extinguir) la llamada “memoria del miedo”. Para llevar a cabo este estudio se utilizó una técnica derivada del enfoque psicoterapéutico conocido como EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) que Francine Shapiro ideó en 1987, como ella misma cuenta, a partir de un evento aparentemente casual: “durante un paseo en medio de la naturaleza hizo inadvertidamente un descubrimiento, es decir, algunos de sus pensamientos muy dolorosos se habían disipado mientras sus ojos se movían de un lado a otro, en el acto de inspeccionar el entorno circundante”. A lo largo de los años el EMDR ha acumulado una serie de evidencias clínicas, volviéndose muy popular como tratamiento útil para tratar un conjunto de trastornos relacionados con el trauma, el miedo, pero también en muchas otras condiciones clínicas. Estos resultados son realmente muy claros y sugerentes, sin embargo deben interpretarse con cierta cautela, sobre todo si se ponen en relación con el EMDR como técnica psicoterapéutica aplicada en seres humanos. Ante todo, lo que nosotros definimos como “miedo” en los estudios preclínicos en animales fusiona la experiencia “subjetiva” del miedo, que es una parte central del sufrimiento humano en los trastornos fóbicos, con el conjunto de respuestas conductuales a la amenaza. Ignorar tales diferencias no hace más que confirmar una vez más una visión antropomórfica del comportamiento y de la mente animal y banaliza por tanto la complejidad experiencial del miedo humano, que en gran medida depende de factores cognitivos, sociales y culturales. Otro aspecto importante, no ajeno al primero, es que la eficacia del EMDR respecto a otros tratamientos sigue siendo objeto de debate, también porque buena parte de los mecanismos subyacentes a las psicoterapias en general, y al EMDR en particular, no han sido hasta ahora identificados y medidos con datos inequívocos. Ciertamente, un resultado tan importante obtenido en un modelo animal debería servir de estímulo para todos aquellos investigadores que se ocupan de EMDR con el fin de determinar cuánto los efectos positivos del EMDR se deben a una reducción directa de la experiencia del miedo, a pesar de los cambios en los efectos conductuales y fisiológicos (como por ejemplo la reducción de la evitación patológica y/o del hiperalerta), los cuales podrían influir secundariamente en la experiencia del miedo. Ilario Mammone Presidente S.I.Psi
Dado que los ratones obviamente no pueden ser instruidos para mover los ojos a derecha e izquierda mientras imaginan eventos amenazantes (como prevé el protocolo típico de EMDR), los investigadores idearon un inteligente sustituto del procedimiento estándar de EMDR, utilizando un paradigma de condicionamiento pavloviano bien descrito en el artículo. Los resultados obtenidos estuvieron en línea con las expectativas terapéuticas del EMDR. En concreto, los ratones expuestos a la condición de tratamiento con estimulación bilateral mostraron una disminución significativa de la “memoria de miedo” y tal fenómeno no se atenuó con el paso del tiempo (es decir, no hubo el típico fenómeno de recuperación espontánea), o tras modificaciones ambientales (lo que significa que fue generalizado). Por el contrario, los animales a los que se les aplicó un protocolo de extinción estándar o de extinción sin estimulación bilateral mostraron una reaparición y renovación espontáneas de las manifestaciones de miedo, el mismo efecto que generalmente se observa también después de la terapia estándar, que en parte parece estar en la base del fenómeno de la extinción.
Además, la idea de que exista en los ratones un mecanismo específico análogo al que está en la base de la eficacia del EMDR podría efectivamente orientar el debate en curso, pero por los motivos equivocados. Mientras que los circuitos subcorticales implicados en el estudio de las ratas son comunes entre los roedores y los humanos, la experiencia del miedo misma puede perfectamente involucrar circuitos corticales que en cambio faltan en las ratas.


