Es decir, la modalidad de relacionarse con otros individuos, en la vida adulta: La orientación conceptual y teórica sobre cómo se estructura la personalidad de un individuo, desde hace años, viene siendo, excesivamente, definida, por parte de la comunidad científica, como dependiente de la teoría del apego; según dicha teoría, el primerísimo vínculo entre el niño y su figura principal de cuidado (generalmente la madre), determinará su estilo de apego, es decir, su peculiar modalidad de relacionarse con otros individuos, en su vida adulta. Quien propuso, por primera vez, la Teoría del Apego, fue el psicoanalista británico John Bowlby en 1958, después de haber examinado una investigación sobre animales que atribuía la mayor parte del malestar de las crías, a las madres ausentes en el primer año de vida. La teoría, posteriormente aplicada a los seres humanos, hipotetizaba que, si un niño se vincula con éxito a quien lo cuida en las primeras fases de su existencia, entonces será capaz, de adulto, de tener relaciones en gran parte buenas y emocionalmente estables durante toda la vida y, en consecuencia, una salud mental y emocional superior; por el contrario, no será capaz de conectarse o vincularse de manera sana a otros individuos, viviendo una vida de inestabilidad y fracaso relacional. Hasta hoy, a pesar de que esta teoría ha sido cuestionada por una multiplicidad de estudios científicos e investigadores como Judith R. Harris y Tiffany Field, sigue siendo muy popular. Aunque las suposiciones del psicoanalista fueran, según algunos, superficiales y impregnadas de proyecciones ligadas a su historia personal, la teoría echó raíces en la América de la posguerra, permaneciendo como un fuerte referente tanto entre padres como entre profesionales. En apoyar firmemente esta crítica, a favor de una visión más moderna y compleja, está el psicólogo Jerome Kagan, (recientemente fallecido) profesor emérito en la Universidad de Harvard, listado por la American Psychological Association como el 22º psicólogo más eminente del siglo XX. Kagan está seguro de que en 10-15 años la teoría del apego será una nota histórica. El prof. Kagan afirma que “...su (ndr. de Bowlby) sugerencia de que lo que ocurre en el primer año de vida influye de manera significativa en cómo serás el resto de tu vida es una idea irrazonable”. Hoy sabemos que “... la clase social en la que un niño es criado es el mayor predictor de depresión, ansiedad, dependencia y criminalidad...”. Junto a esto, el temperamento del niño (es decir, su “dotación biológica”, de naturaleza hereditaria) y la cultura de pertenencia (es decir, el ambiente en el que esta “biología básica” se desarrolla) son, en cambio, predictores mucho más poderosos y mucho más precisos. Esto, obviamente, según Kagan, no significa que la manera en que un padre cuida a su hijo no tenga significado; lo que subraya es el hecho de que, tal como ha sido formulada, la teoría de Bowlby es inexacta y demasiado simple. Lo que ocurre en la díada madre-niño en los primeros años, tiene, sin duda, un efecto sobre la futura modalidad del niño de vincularse a otros seres humanos, pero, esta primerísima interacción es, solamente, una variable, así como hay otras. Se deduce que el estilo de cuidado-apego que se instaura entre el niño y su primer, y principal, objeto relacional (aún hoy, identificado, predominantemente, en la figura materna) es, solamente, uno de los factores involucrados en los procesos de formación de la personalidad y, por lo tanto, de la manera en que el individuo adulto interpretará el mundo y las personas, e interactuará con él. Pongamos un ejemplo: si un niño de un año, que tiene un apego seguro (el que, según la teoría de Bowlby, es el más funcional) sufre la pérdida de los padres y es, posteriormente, criado por una familia cruel, ese niño, estará en problemas; su apego seguro, al impactar con una realidad totalmente diferente, sufrirá modificaciones y podría resultar completamente irrelevante para su desarrollo futuro. Resulta claro, entonces, según Kagan, que la Teoría del apego tal como fue formulada en un principio, estaba influenciada, no solo, por consideraciones psicológicamente orientadas, sino, principalmente, por una cultura de pertenencia, en la que la figura de la mujer estaba estrechamente ligada a la maternidad y a la consecuente necesidad de mantener su papel de ángel del hogar, desalentada a emprender cualquier otra actividad que colisionara con esta primaria necesidad de cuidar a los hijos, so pena del sufrimiento mental de los propios hijos. La crítica de Kagan y, sobre todo, el complejo conjunto de descubrimientos científicos y neurobiológicos modernos, tienen repercusiones, no solo en la comprensión del desarrollo individual, sino, también, de carácter cultural y social: hoy, la ciencia, está cada vez más ligada a una visión compleja y multifactorial de los eventos; en este caso, el papel, fundamental, del padre biológico, se enfrenta con la entera sociedad y la multiplicidad de ambientes y variables con las que el niño entra en contacto en su recorrido evolutivo, exponiéndolo, a infinitas posibilidades. A pesar de que la cantidad de trabajos clínicos ha dado fuerza y cientificidad a esta visión compleja sostenida también por Kagan, es bueno, sin embargo, recordar, que, la misma teoría, ya había sido reelaborada y ampliada por importantes “colegas” de la época del propio Bowlby. Entre ellos, Donald D. Winnicott y, posteriormente, Andreas Giannakoulas (recientemente fallecido), han subrayado y argumentado (ndr. aquí en extrema síntesis) la peculiar diferencia entre la estructura mental humana y la animal y, propuesto, en sus planteamientos teóricos y clínicos de tratamiento psicoterapéutico, conceptos como “el puente materno” como uno de los elementos esenciales para la estructuración de la personalidad, pero no el único y exclusivo. de Ilaria Bandini (Psicóloga-Psicoterapeuta) Publicado por "Il Botteghino, Mensile di Informazione Culturale Italiana e Francese"

